26 mayo, 2020

Pentecostés / Creo en el Espíritu Santo.

En muchos sentidos, Pentecostés nos muestra el inicio de la Iglesia. Una comunidad en esencia diversa (en lo social, étnico, etc.). Donde el derramamiento del Santo Espíritu vino a ser el agente catalizador para unir esta comunidad en formación. Sin embargo, no es solo unidad lo que el Divino Consolador viene a dar. 

Viene a capacitar a testigos fieles del Evangelio.
Viene a repartir sus carismas.
Viene a testificar de Cristo.
Viene a llenar a su Iglesia.
Viene a convencernos de pecado, justicia y juicio.
Viene a santificarnos.
Es agua, es fuego, es viento recio, es silbo apacible.
Actúa y reparte como Él quiere.
Inspiró a seres humanos para escribir Sus palabras.
Nos ilumina para poder leer la Escritura.
Nos ayuda a orar.

Y es que Pentecostés no es sólo una fecha para recordar, sino una realidad para vivir a diario. Porque, amados hermanos, El Espíritu Santo que vino en Pentecostés vino para quedarse y obrar, hasta que Cristo Venga.

Recordemos. Pidamos. Vivamos.

Lucas 11.13: Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

Como diría nuestro hermano William Hendriksen:
“Mientras que el texto paralelo de Mateo dice buenas dádivas, Lucas dice “Espíritu Santo”. Estas dos están en perfecto acuerdo, porque ¿no es el Espíritu Santo la fuente misma de todo lo que es bueno?... Tanto Mateo como Lucas terminan esta oración con “a los que se lo pidan” enfatizando nuevamente en forma hermosa la idea principal de todo ese pasaje: Pedid y se os dará. El que pide, ¡recibe!
La gente se queja porque Dios no les dio exactamente lo que le pidieron ¿Pero pidieron el Espíritu Santo y la gracia que él imparte, gracia suficiente para hacer que nos regocijemos en medio de nuestros pesares y aflicciones?

Que nuestra vida pueda decir: ¡Creo en el Espíritu Santo!

Dios bendiga a su Iglesia.