13 octubre, 2019

Es por gracia.


Cuando soy honesto y sincero, admito que soy un manojo de paradojas. Creo y dudo, espero y desespero, amo y odio, me siento mal por sentirme bien, me siento culpable por no sentir culpa. Soy confiado y desconfiado. Soy sincero, pero igualmente, a veces doy vueltas y juego un poco. Aristóteles dice que soy un animal racional. Yo digo que soy un ángel con una increíble capacidad para llenarme de cerveza.

Vivir por gracia significa reconocer la historia de mi vida, completa, con sus lados oscuros además de los brillantes. Al aceptar mi lado oscuro aprendo a saber quien soy y lo que significa la gracia de Dios. Como dice Thomas Merton: “Un santo no es quien es bueno, sino quien vive la bondad de Dios”.

El evangelio de la gracia anula nuestra adulación a los evangelistas por televisión, las superestrellas carismáticas y los héroes de nuestras iglesias locales. Elimina la teoría de las dos clases de ciudadanos que sostiene y opera en tantas iglesias locales americanas. Porque la gracia proclama la impactante verdad de que todo es regalado. Todo lo bueno es nuestro, no por derecho, sino a causa de la abundante generosidad de un Dios de gracia. Y aunque habrá mucho que hayamos ganado con esfuerzo (un título universitario, nuestro salario, nuestra casa, una cerveza y una noche de un buen dormir) todo esto es posible sólo porque se nos ha dado tanto: la vida misma, ojos que ven, manos que tocan, una mente para pensar, un corazón que late con amor. Se nos ha dado a Dios en el alma y a Cristo en la carne. Tenemos el poder de creer, cuando otros niegan, de tener esperanza, cuando otros desesperan, de amar, cuando otros hieren. Esto y tantas otras cosas son un regalo; no son recompensa a nuestra fidelidad, a nuestra disposición generosa, a nuestra heroica vida de oración. Hasta nuestra fidelidad es un regalo: “Si nos volvemos a Dios, eso en sí mismo es un regalo de Dios” dice Agustín. Al conocerme a mí mismo, veo que Jesucristo me ama profundamente, y que no he hecho nada para ganar ni merecer su amor”.

Brennan Manning.
El evangelio de los andrajosos.
pags. 24-25