16 agosto, 2007

Wena po´h enano!! o El llamamiento eficaz (Parte VII)

Más de una vez, (Quizás muchísimas veces) escuchamos la historia de Zaqueo. Este chikitín sinvergüenza que fue llamado por la gracia de Dios al arrepentimiento, o como los teólogos dicen no fue otra cosa que el "llamamiento eficaz". Sigamos.
7. Hay algo que no podemos dejar de lado, y es que fue un llamamiento necesario. (Esta doctrina a algunos le saca roncha, lo siento.)
Vamos a leerlo de nuevo: "Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa." (RV 60) No era algo que podría hacer, o no; sino que era un llamamiento necesario.


La salvación de un pecador es para Dios un asunto tan necesario, como el cumplimiento de Su pacto que la lluvia no volverá a crear un diluvio en el mundo. La salvación de cada hijo comprado con la sangre es algo necesario por tres razones; es necesario porque es el propósito de Dios; es necesario porque es la compra que ha realizado Cristo; es necesario porque es la promesa de Dios.


Es necesario que los hijos de Dios deban ser salvos. Algunos teólogos opinan que no está bien que se ponga un énfasis en la palabra "deban," especialmente en ese pasaje que dice: "Y le era necesario pasar por Samaria." "Bien," dicen ellos, "le era necesario pasar por Samaria, porque no tenía otra alternativa, y por tanto se vio forzado a ir por ese camino." Sí, señores, respondemos nosotros, sin duda; pero podía haber ido por otro camino. El Espíritu decidió que era necesario pasar por Samaria, y que Samaria quedara en la ruta que Él había elegido. "Y le era necesario pasar por Samaria." La Providencia guió a los hombres para que edificaran Samaria directamente en el camino, y la gracia movió al Salvador para que fuera en esa dirección. No fue: "Desciende, Zaqueo, porque yo podría posar en tu casa," sino "Es necesario."


El Salvador sintió una fuerte necesidad. Una necesidad tan ineludible como la muerte de cada hombre, una necesidad tan rígida como la necesidad que el sol nos alumbre de día y la luna de noche, y una necesidad tan grande como la de que todos los hijos de Dios comprados con sangre deberán ser salvos. "Hoy es necesario que pose yo en tu casa." Y (Cáchense esta) cuando el Señor llega a este punto, que debe y que quiere, ¡qué cosa tan grande es esta para el pecador! En otras ocasiones preguntábamos: "¿Lo dejaré siquiera entrar? Hay un extraño a la puerta; está tocando ahora; ya ha tocado antes; ¿lo dejaré entrar?"


Pero ahora es, "hoy es necesario que pose yo en tu casa." No hubo ninguna llamada a la puerta, sino que la puerta se desintegró en pequeños átomos y Él entró: "Debo hacerlo, quiero hacerlo y lo haré; no me importan tus protestas, tu vileza, ni tu incredulidad; debo hacerlo y quiero hacerlo, es necesario que pose yo en tu casa." "¡Ah!", dice alguien, "yo no creo que Dios me lleve a creer como crees tú, o hacerme cristiano alguna vez." ¡Ah!, pero si sólo dice: "hoy es necesario que pose yo en tu casa," no podrás presentar ninguna resistencia. Algunos de ustedes me pegarían por la sola idea de convertirse en religiosos hipócritas; "¡Cómo, pelao! ¿Acaso supones que yo pueda convertirme en un de tus hermanitos kanutos?" No, amigo mío, no lo supongo; lo sé con toda certeza. Si Dios dice "debo hacerlo," no podrá haber ninguna oposición. Cuando Él diga "debo," así se hará. Les digo que no hay un gallo tan malo caminando por las calles y contaminando el aire con sus groserías, no hay ninguna criatura tan degenerada como para estar muy cerca de ser tan mala como el mismísimo Satanás, si es escogido, que no pueda ser alcanzado por la misericordia. Y si Dios dice: "Hoy es necesario que pose yo en tu casa," entonces ciertamente lo hará. ¿Te das cuenta, amigo mío, justo en este momento, algo en tu mente que parece decirte que te has resistido al Evangelio durante mucho tiempo, pero que hoy ya no puedes resistirte más? (Lo sé con todas mis fuerzas). Sé que sientes que una mano muy fuerte se ha aferrado a ti, y oyes una voz que dice: "¡Mauro, Pedro, Francisco, María... (tu nombre), es necesario que me quede en tu casa; a menudo me has despreciado, a menudo te has reído de mí, a menudo me has escupido en mi rostro, te has metido mi nombre en cualquier parte, PERO, debo posar en tu casa; ayer apagaste la radio cristiana y ofendiste a tus hermanos pensando mal de ellos ("...son todos unos hipócritas..."), te reíste del pastor, has maldecido la casa de Dios, el propio lugar donde naciste de nuevo!! ; PERO, Yo debo posar en tu casa, y lo haré!"


"¡Cómo, Señor!" respondes "¡Quedarte en mi casa! Pero si está toda llena de mugre, pecado y maldad. ¡Quedarte en mi casa! Pero si no hay ni una silla ni una mesa que no griten en mi contra: Vale callampa este gil!! ¡Quedarte en mi casa! Pero si el techo, las paredes y el piso se levantarían y te dirían que no soy digno de estar en tu Iglesia. ¡Cómo, Señor! ¡Quedarte en mi casa!" Qué locura Señor!!


"Sí," dice Él, debo hacerlo; hay una necesidad muy poderosa; mi poderoso amor me obliga y me mueve, y ya sea que quieras dejarme entrar o no, estoy decidido a hacer que si quieras, y tú me dejarás entrar." ¿No te sorprende esto querido amigo? tú, que pensabas que ya había "pasado la vieja" con tu salvación, y que el cachúo te esperaba al fin de tus días No cachai??!! ¿no te sorprende esto, que Cristo no sólo te está pidiendo que vengas a Él, sino que Él mismo se ha invitado a tu mesa, y más aún, cuando tú quisieras rechazarlo, amablemente dice: "Es necesario, tengo que entrar."


Piensa solamente en Cristo, caminando tras un perdido, clamando tras él, rogándole que le permita salvarlo; y eso es exactamente lo que hace Jesús con sus elegidos. El pecador huye de Él, pero la gracia inmerecida lo persigue diciendo: "Ya po´mbre, ven a Cristo;" y si nuestros corazones están cerrados, Cristo pone Su mano en la puerta, y si no lo recibimos sino que lo rechazamos con frialdad, Él dice: "Es necesario, debo entrar;" Él llora sobre nosotros hasta que Sus lágrimas nos ganan; Él clama tras nosotros hasta que Su voz prevalece; y finalmente en la hora que Él ha determinado, entra en nuestro corazón, y allí mora. "Es necesario que me quede en tu casa," dijo Jesús.

Este amor me supera, cabros.

Paz

Gonzalo.