¿SALVACIÓN… O REPUTACIÓN?
Otro mal fruto de la llamada “Nueva Reforma Apostólica”
“Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiréis mayor juicio” (Santiago 3: 1)
(A quien públicamente enseña herejía, públicamente habrá que rebatirle)
Introducción
Quien dijo que la Biblia puede decir todo lo que un individuo desea que diga, si usa el texto según su propio contexto como pretexto, dijo una rotunda verdad.
Hoy en día, muchos se están levantando inquiriendo a voz en cuello que disponen de la última revelación de Dios para el pueblo de Dios; que ellos son los nuevos portavoces de Dios, y que sin ellos el pueblo de Dios no puede avanzar en el camino del Señor como debiera. Son los nuevos e imprescindibles “agentes del Cielo”…o más bien debería decir del Vaticano.
Esa manera de hacer posible la perfecta relación entre la gente de Dios, con Dios, por mediación de ungidos especiales, ha sido desde el principio la táctica manipuladora y controladora de la jerarquía romana y papista sobre las multitudes (Ap. 17:1)
Nada ha cambiado. Y lo lamentable es que muchos evangélicos, ingenua y con un sentido pervertido de la escrupulosidad, no se aperciben o no se quieren apercibir, - ¿de qué? - de que lo mismo está ocurriendo en el seno eclesial hoy por hoy.
Quien dijo que la Biblia puede decir todo lo que un individuo desea que diga, si usa el texto según su propio contexto como pretexto, dijo una rotunda verdad.
Hoy en día, muchos se están levantando inquiriendo a voz en cuello que disponen de la última revelación de Dios para el pueblo de Dios; que ellos son los nuevos portavoces de Dios, y que sin ellos el pueblo de Dios no puede avanzar en el camino del Señor como debiera. Son los nuevos e imprescindibles “agentes del Cielo”…o más bien debería decir del Vaticano.
Esa manera de hacer posible la perfecta relación entre la gente de Dios, con Dios, por mediación de ungidos especiales, ha sido desde el principio la táctica manipuladora y controladora de la jerarquía romana y papista sobre las multitudes (Ap. 17:1)
Nada ha cambiado. Y lo lamentable es que muchos evangélicos, ingenua y con un sentido pervertido de la escrupulosidad, no se aperciben o no se quieren apercibir, - ¿de qué? - de que lo mismo está ocurriendo en el seno eclesial hoy por hoy.
1. Sobre la enseñanza de Guillermo Maldonado
Un ejemplo de esos imaginarios mediadores entre el Espíritu Santo y el pueblo de Dios, es, sin duda, Guillermo Maldonado, y eso dicho por él mismo.
El así llamado apóstol Guillermo Maldonado enseña que él, como apóstol recibe del Espíritu Santo revelación, con la finalidad – dice él, de parte de Dios – de darla a conocer a todos. Se expresa del siguiente modo:
“Dios nos ha llamado a nosotros, los apóstoles, para que traigamos toda esta reforma a cabo, implantándola dentro de la Iglesia...para poder estar en el filo cortante de lo que Dios está haciendo hoy, tenemos que pegarnos a los apóstoles, porque los apóstoles tienen el acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios” (1)
Así que Maldonado asegura que son los “apóstoles” (como él mismo) los que tienen “el acceso” a la abundante revelación del Espíritu de Dios. Serían los muy escogidos para recibir el tesoro del Cielo y administrarlo a los demás.
Esto no deja de ser un planteamiento absolutamente blasfemo, porque limita a Dios a esos “ungidos” hombres en detrimento del resto de los creyentes, los cuales son alejados de la exhaustiva presencia del Señor por parte de aquéllos.
En otras palabras, éstos hacen diferencia entre unos creyentes y otros, haciendo a Dios mentiroso, cuando Él dice de forma enfática y contundente que no hace acepción de personas, y que todos nosotros (los verdaderos creyentes) tenemos la unción del Santo, y conocemos todas las cosas (Deut. 10: 17; Ef. 6: 9; 1 Jn. 2: 20, 21)
“Esos hombres “escogidos”, ¿son los que tienen el “acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios”?
Clarísimamente la Biblia enseña que todos los miembros del cuerpo de Cristo (que es la Iglesia), somos sacerdotes – de hecho, somos real sacerdocio 1 Pr. 2: 9. Un verdadero sacerdote es aquel que tiene y mantiene una verdadera comunión con Dios, y por tanto, recibe luz sobre la Palabra en la medida en que se dispone a estudiarla con fe.
Pero esos “ungidos”, imaginariamente apartados de forma especial para el Espíritu Santo, y Éste para ellos, niegan eso, toda vez que se levantan como los que tienen el “acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios”. Nótese que según Maldonado y todos los de su cohorte, son ellos, los nuevos “apóstoles”, los beneficiarios de esa maravilla.
Ellos se levantan como el “linaje escogido”, pero la Biblia dice que ¡todos los creyentes somos linaje escogido! (ver 1 Pr. 2: 9)
Quede claro que no existe un “linaje escogido” por encima del linaje escogido. Creer eso es pura y simple idolatría.
Pero abundante en ese tipo de disparates, Maldonado prosigue diciendo:
“Los apóstoles son los edificadores del reino. Son los que tienen los diseños del discipulado, alabanza y adoración, evangelismo. Los apóstoles reciben abundante revelación de Dios, es decir, cosas que están en la Biblia pero por causa de las tradiciones nuestras no las vemos, entonces Dios toma esas verdades y se las revela al apóstol para que las de a conocer al pueblo” (2)
Otra vez, según Maldonado (no según la Biblia), es él, junto con los demás de su camarilla pseudo apostólica, los que Dios “habría apartado” a modo de un nuevo Moisés o un nuevo Samuel, para dar luz al pueblo de Dios, el cual anda medio ciego a causa “de las tradiciones” (a saber cuales). De ahí que el “apóstol” sea imprescindible en esta hora de confusión para guiar al pueblo de Dios (¿no será que ellos traen la confusión?)
Ya no es el Espíritu Santo hablando directamente al creyente a través de la Palabra, tanto como el bendito Espíritu Santo haciéndolo a través de “sus intermediarios”, como en el Antiguo Testamento, o como supuestamente en la iglesia católico romana, en la cual Dios habla al fiel a través del papa de turno cuando habla ex cathedra.
Pero la Biblia enseña que en estos últimos tiempos en los que todavía estamos, Dios nos ha hablado por el Hijo (He. 1: 2). Esto nos lleva a una inmediata conclusión: cuando un hombre se hace, o dice hacerse, imprescindible para los demás, se constituye en un anticristo, ya que se coloca en el lugar de Cristo, el Cual sí es imprescindible.
“Maldonado asegura que, él como “apóstol”, es el que tiene junto a sus correligionarios,” el diseño del discipulado, alabanza y adoración, evangelismo”… ¡qué megalomanía!
Un ejemplo de esos imaginarios mediadores entre el Espíritu Santo y el pueblo de Dios, es, sin duda, Guillermo Maldonado, y eso dicho por él mismo.
El así llamado apóstol Guillermo Maldonado enseña que él, como apóstol recibe del Espíritu Santo revelación, con la finalidad – dice él, de parte de Dios – de darla a conocer a todos. Se expresa del siguiente modo:
“Dios nos ha llamado a nosotros, los apóstoles, para que traigamos toda esta reforma a cabo, implantándola dentro de la Iglesia...para poder estar en el filo cortante de lo que Dios está haciendo hoy, tenemos que pegarnos a los apóstoles, porque los apóstoles tienen el acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios” (1)
Así que Maldonado asegura que son los “apóstoles” (como él mismo) los que tienen “el acceso” a la abundante revelación del Espíritu de Dios. Serían los muy escogidos para recibir el tesoro del Cielo y administrarlo a los demás.
Esto no deja de ser un planteamiento absolutamente blasfemo, porque limita a Dios a esos “ungidos” hombres en detrimento del resto de los creyentes, los cuales son alejados de la exhaustiva presencia del Señor por parte de aquéllos.
En otras palabras, éstos hacen diferencia entre unos creyentes y otros, haciendo a Dios mentiroso, cuando Él dice de forma enfática y contundente que no hace acepción de personas, y que todos nosotros (los verdaderos creyentes) tenemos la unción del Santo, y conocemos todas las cosas (Deut. 10: 17; Ef. 6: 9; 1 Jn. 2: 20, 21)
“Esos hombres “escogidos”, ¿son los que tienen el “acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios”?
Clarísimamente la Biblia enseña que todos los miembros del cuerpo de Cristo (que es la Iglesia), somos sacerdotes – de hecho, somos real sacerdocio 1 Pr. 2: 9. Un verdadero sacerdote es aquel que tiene y mantiene una verdadera comunión con Dios, y por tanto, recibe luz sobre la Palabra en la medida en que se dispone a estudiarla con fe.
Pero esos “ungidos”, imaginariamente apartados de forma especial para el Espíritu Santo, y Éste para ellos, niegan eso, toda vez que se levantan como los que tienen el “acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios”. Nótese que según Maldonado y todos los de su cohorte, son ellos, los nuevos “apóstoles”, los beneficiarios de esa maravilla.
Ellos se levantan como el “linaje escogido”, pero la Biblia dice que ¡todos los creyentes somos linaje escogido! (ver 1 Pr. 2: 9)
Quede claro que no existe un “linaje escogido” por encima del linaje escogido. Creer eso es pura y simple idolatría.
Pero abundante en ese tipo de disparates, Maldonado prosigue diciendo:
“Los apóstoles son los edificadores del reino. Son los que tienen los diseños del discipulado, alabanza y adoración, evangelismo. Los apóstoles reciben abundante revelación de Dios, es decir, cosas que están en la Biblia pero por causa de las tradiciones nuestras no las vemos, entonces Dios toma esas verdades y se las revela al apóstol para que las de a conocer al pueblo” (2)
Otra vez, según Maldonado (no según la Biblia), es él, junto con los demás de su camarilla pseudo apostólica, los que Dios “habría apartado” a modo de un nuevo Moisés o un nuevo Samuel, para dar luz al pueblo de Dios, el cual anda medio ciego a causa “de las tradiciones” (a saber cuales). De ahí que el “apóstol” sea imprescindible en esta hora de confusión para guiar al pueblo de Dios (¿no será que ellos traen la confusión?)
Ya no es el Espíritu Santo hablando directamente al creyente a través de la Palabra, tanto como el bendito Espíritu Santo haciéndolo a través de “sus intermediarios”, como en el Antiguo Testamento, o como supuestamente en la iglesia católico romana, en la cual Dios habla al fiel a través del papa de turno cuando habla ex cathedra.
Pero la Biblia enseña que en estos últimos tiempos en los que todavía estamos, Dios nos ha hablado por el Hijo (He. 1: 2). Esto nos lleva a una inmediata conclusión: cuando un hombre se hace, o dice hacerse, imprescindible para los demás, se constituye en un anticristo, ya que se coloca en el lugar de Cristo, el Cual sí es imprescindible.
“Maldonado asegura que, él como “apóstol”, es el que tiene junto a sus correligionarios,” el diseño del discipulado, alabanza y adoración, evangelismo”… ¡qué megalomanía!
2. ¿Nuestro nombre escrito en los cielos, o en el libro de la vida?
“Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiréis mayor juicio” (Santiago 3: 1)
Es una tremenda necedad tomar el lugar de portavoz del Espíritu Santo. La misma Palabra nos advierte que ni siquiera nos hagamos muchos de nosotros, los creyentes, maestros, para que no llevemos mayor juicio (Stgo. 3: 1). La palabra que se traduce por “condenación”, en la versión Reina-Valera, es “Krima”, que también significa: sentencia judicial, condenación, pena. Vemos que la cosa es bien seria.
Muy a menudo, esa “abundante revelación de Dios”, Maldonado la obtiene de la misma Biblia, pero usando el texto según su propio contexto (el de Maldonado); es decir, según su propia y supuestamente interesada interpretación.
Si ya es como para tener mucho temor de Dios el hacerse maestro, imagínese lo que es hacerse uno, exclusivo, a la “abundante revelación de Dios”, como dice Maldonado. Recordemos sus mismas palabras:
“Dios nos ha llamado a nosotros, los apóstoles… tenemos que pegarnos a los apóstoles, porque los apóstoles tienen el acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios "
Teniendo eso en mente, prosigo.
En su disertación “Tomando las llaves del Reino” (1ª parte) (3), Guillermo Maldonado, en su extravagante estilo al que ya tiene acostumbrado su auditorio, se dirige a lee la porción de Lucas 10: 20, y empieza a repetirla. Pero queriendo probar a su audiencia, en vez de leer decir “que vuestros nombres están escritos en los cielos”, dice: “que vuestros nombres están escritos en el libro de la vida” (4).
Acto seguido, Maldonado les interpela a ver si eso es así, preguntándoles que dónde está escrito el nombre de ellos, a lo que la mayoría, de manera natural, responde que “en el libro de la vida”. El entonces les dice que sus nombres están escritos en los cielos. Eso, en ese momento, confunde a sus oyentes…
Maldonado en ese mismo instante hace una diferenciación en cuanto a que el nombre del creyente esté escrito en los cielos, o en el libro de la vida, y eso lo hace ex profeso para intentar probar su teoría particular, la cual veremos a continuación.
“Maldonado asegura que los “apóstoles” – como él - reciben abundante revelación de Dios, que son cosas que están en la Biblia pero que no las vemos los demás”
3. ¿Reputación…o salvación?
Maldonado dice que el que los nombres de los creyentes estén escritos en los cielos (Lc. 10: 20), no tiene que ver con la salvación, sino con la reputación!. Dice él así textualmente:
“Su nombre está escrito en los cielos, y la palabra nombre en el idioma griego literalmente significa –escuche – “hacerse de mucha reputación”. La palabra que se usa para nombre es la palabra que se usa para reputación. La palabra nombre significa alguien con gran reputación. Escuchen lo que Cristo dice: “No se regocijen por que los demonios se sujetan, regocíjense porque su nombre ya tiene reputación en los cielos” (5) (énfasis nuestro)
Nos preguntamos, ¿Es eso verdad? ¿Cristo hablaba de la reputación en los cielos de los discípulos por haber echado fuera demonios, cuando decía que sus nombres estaban escritos en los cielos? Respuesta: ¡No!
Cristo dijo lo que quería decir y dijo: que no se regocijaran tanto por el hecho de echar fuera demonios, más que por el hecho de que eran personas salvas. De ese modo el mérito era de Cristo - porque Él es el Salvador y el propiciador de la expulsión de los demonios (Lc. 10: 17) - y no de ellos, meros artífices de Su obra.
Jesús les venía a decir a los discípulos que habían estado echando fuera demonios, que eso no era más importante que el hecho de que sus nombres estaban escritos en los cielos, es decir, en el libro de la vida y en el libro del Cordero.
No obstante, Maldonado dice todo lo contrario, que lo importante aquí es que por el hecho de echar fuera demonios, es grande la reputación del cristiano, en los cielos y en el infierno.
Lo que dice Maldonado, es todo lo contrario a lo que pretendía enseñar el Señor.
John MacArthur lo aclara contundentemente:
“En lugar de quedar maravillados con las manifestaciones extraordinarias como el poder sobre los demonios, y la capacidad de obrar milagros, debieron darse cuenta de que la maravilla más grande de todas es la realidad de la salvación, que es el propósito mismo del mensaje del Evangelio, y el asunto central al que apuntaban los milagros” (6) (énfasis nuestro)
Rotundamente Matthew Henry escribe también:
“Cristo puede referirse a esta inscripción de nuestros nombres en los cielos, porque es en el libro de la vida del Cordero donde están escritos (v. Ap. 13: 8; 17: 8). El poder de llegar a ser hijos de Dios (Jn. 1: 12, 13) y alcanzar así la ciudadanía en los cielos, ha de ser valorado muy por encima del poder de expulsar demonios, pues leemos en Mt. 7: 21-23 de los que echan fuera demonios, pero son unos desconocidos para Cristo” (7) (énfasis nuestro)
Pero Maldonado para intentar probar su espuria teoría, hace una diferenciación entre estar escrito el nombre del creyente en los cielos o en libro de la vida, pero esa diferenciación es inexistente. Lo digo de otro modo y con letras mayúsculas:
QUERIDO CREYENTE, QUE SU NOMBRE O EL MÍO ESTÉN ESCRITOS EN LOS CIELOS (Lc. 10: 20), O EN EL LIBRO DE LA VIDA (Fil. 4: 3) ES EXACTAMENTE LO MISMO.
Parece ser que el “acceso” que ha tenido Maldonado a la “revelación de Dios” ha sido para entender la espuria diferenciación entre que el nombre de uno esté escrito en los cielos, o que esté escrito en el libro de la vida….un “acceso”, por cierto, inexistente también.
“Maldonado asegura que no es lo mismo que nuestro nombre esté escrito en los cielos o en el libro de la vida”
¡Los nombres inscritos en los cielos o en el libro de la vida, es lo mismo!
Para mayor abundamiento, veamos lo que nos enseña la Palabra:
(Hebreos 12: 22, 23) “sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”
(Lucas 10: 20) “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”
(Filipenses 4: 3) “Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”
(Apocalipsis 3: 4) “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”
En estas porciones escriturales vemos que el estar nuestro nombre escrito (o inscrito) en los cielos, o estarlo en el libro de la vida, es sinónimo.
“Maldonado asegura que el estar nuestro nombre escrito en los cielos, significa “reputación”… ¿qué reputación?”
Maldonado dice que el que los nombres de los creyentes estén escritos en los cielos (Lc. 10: 20), no tiene que ver con la salvación, sino con la reputación!. Dice él así textualmente:
“Su nombre está escrito en los cielos, y la palabra nombre en el idioma griego literalmente significa –escuche – “hacerse de mucha reputación”. La palabra que se usa para nombre es la palabra que se usa para reputación. La palabra nombre significa alguien con gran reputación. Escuchen lo que Cristo dice: “No se regocijen por que los demonios se sujetan, regocíjense porque su nombre ya tiene reputación en los cielos” (5) (énfasis nuestro)
Nos preguntamos, ¿Es eso verdad? ¿Cristo hablaba de la reputación en los cielos de los discípulos por haber echado fuera demonios, cuando decía que sus nombres estaban escritos en los cielos? Respuesta: ¡No!
Cristo dijo lo que quería decir y dijo: que no se regocijaran tanto por el hecho de echar fuera demonios, más que por el hecho de que eran personas salvas. De ese modo el mérito era de Cristo - porque Él es el Salvador y el propiciador de la expulsión de los demonios (Lc. 10: 17) - y no de ellos, meros artífices de Su obra.
Jesús les venía a decir a los discípulos que habían estado echando fuera demonios, que eso no era más importante que el hecho de que sus nombres estaban escritos en los cielos, es decir, en el libro de la vida y en el libro del Cordero.
No obstante, Maldonado dice todo lo contrario, que lo importante aquí es que por el hecho de echar fuera demonios, es grande la reputación del cristiano, en los cielos y en el infierno.
Lo que dice Maldonado, es todo lo contrario a lo que pretendía enseñar el Señor.
John MacArthur lo aclara contundentemente:
“En lugar de quedar maravillados con las manifestaciones extraordinarias como el poder sobre los demonios, y la capacidad de obrar milagros, debieron darse cuenta de que la maravilla más grande de todas es la realidad de la salvación, que es el propósito mismo del mensaje del Evangelio, y el asunto central al que apuntaban los milagros” (6) (énfasis nuestro)
Rotundamente Matthew Henry escribe también:
“Cristo puede referirse a esta inscripción de nuestros nombres en los cielos, porque es en el libro de la vida del Cordero donde están escritos (v. Ap. 13: 8; 17: 8). El poder de llegar a ser hijos de Dios (Jn. 1: 12, 13) y alcanzar así la ciudadanía en los cielos, ha de ser valorado muy por encima del poder de expulsar demonios, pues leemos en Mt. 7: 21-23 de los que echan fuera demonios, pero son unos desconocidos para Cristo” (7) (énfasis nuestro)
Pero Maldonado para intentar probar su espuria teoría, hace una diferenciación entre estar escrito el nombre del creyente en los cielos o en libro de la vida, pero esa diferenciación es inexistente. Lo digo de otro modo y con letras mayúsculas:
QUERIDO CREYENTE, QUE SU NOMBRE O EL MÍO ESTÉN ESCRITOS EN LOS CIELOS (Lc. 10: 20), O EN EL LIBRO DE LA VIDA (Fil. 4: 3) ES EXACTAMENTE LO MISMO.
Parece ser que el “acceso” que ha tenido Maldonado a la “revelación de Dios” ha sido para entender la espuria diferenciación entre que el nombre de uno esté escrito en los cielos, o que esté escrito en el libro de la vida….un “acceso”, por cierto, inexistente también.
“Maldonado asegura que no es lo mismo que nuestro nombre esté escrito en los cielos o en el libro de la vida”
¡Los nombres inscritos en los cielos o en el libro de la vida, es lo mismo!
Para mayor abundamiento, veamos lo que nos enseña la Palabra:
(Hebreos 12: 22, 23) “sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”
(Lucas 10: 20) “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”
(Filipenses 4: 3) “Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”
(Apocalipsis 3: 4) “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”
En estas porciones escriturales vemos que el estar nuestro nombre escrito (o inscrito) en los cielos, o estarlo en el libro de la vida, es sinónimo.
“Maldonado asegura que el estar nuestro nombre escrito en los cielos, significa “reputación”… ¿qué reputación?”
4. ¿Cristo quiso decir por “nombre”, “reputación”?
Ahora bien, ¿por qué hace Maldonado un énfasis tan rotundo en que el nombre del creyente esté inscrito en los cielos? Traemos de nuevo aquí sus públicas palabras:
“Su nombre está escrito en los cielos, y la palabra nombre en el idioma griego literalmente significa –escuche – “hacerse de mucha reputación”. La palabra que se usa para nombre es la palabra que se usa para reputación. La palabra nombre significa alguien con gran reputación. Escuchen lo que Cristo dice: “No se regocijen por que los demonios se sujetan, regocíjense porque su nombre ya tiene reputación en los cielos” (8) (énfasis nuestro)
Maldonado confunde a su audiencia, utilizando ese versículo, con la aparente simple intención de decir algo que no tiene que ver con la intención de las palabras del Maestro.
Primeramente, la palabra que del griego se traduce por nombre es “onomatos”, y no significa: “hacerse de mucha reputación” como dice Maldonado, sino que tiene el mismo sentido que en el idioma castellano, o en el idioma inglés; sencillamente significa “nombre”.
Por supuesto que un nombre acarrea una reputación, pero – insistimos - ese NO era el sentido de las palabras de Jesús.
Jesús no les hablaba de la reputación de ellos, sino de ellos como personas. De que ellos, como personas pertenecían a la Nueva Jerusalén, la Celestial (Fil. 3: 20), así como cada uno de los creyentes verdaderos, ¡sea que echemos muchos demonios, pocos, o ninguno!
5. Mensajes que exaltan la carne y el ego del creyente
¡Aquí está el quid de la cuestión! Es evidente que esas palabras de Maldonado fomentan una exaltación del creyente, pero jamás la Biblia, que es la Palabra de Dios, nos concede el más mínimo atisbo de una exaltación del hombre, ni aun del creyente, por sus propios méritos, sino todo lo contrario.
La Biblia nos habla de la realidad del hombre como de un ser caído, absolutamente necesitado de Dios y de Su misericordia; y del creyente, como dependiente de la gracia de Dios, por la fe. Por lo tanto, todo mensaje que eleve al hombre a causa de sus propios supuestos méritos y obra, contradice el mensaje bíblico en su espíritu y letra, y sólo consigue inflar la carne y el ego del que se presta a escuchar ese tipo de mensajes, llevando al oyente a una irrealidad y fantasía.
“Nos constriñe en gran manera el ver el corazón de muchos que se difumina, absolutamente cautivado por el espíritu, glamour, carisma, y engaño de los falsos maestros actuales”
Insistimos en que ese tipo de enseñanza lo único que consigue es la imaginaria exaltación del hombre. Tengamos muy presente que la Biblia no exalta al creyente, exalta a Cristo, el único Hombre digno de ser exaltado, por el Cual el creyente es creyente.
De todos es sabido que el cristiano que es usado por el Señor, porque se mueve en fe y obediencia es conocido en el cielo y en el infierno, pero jamás olvidemos que la gloria es para el Señor, y no para el individuo. El punto aquí en referencia a las palabras del Señor es el hecho que por los méritos de Jesús, el cristiano tiene su lugar en el cielo, y como consecuencia, hace la obra de Cristo, en ese orden. (Ef. 2: 8-10)
Concluyendo
Según lo veo, hermanos, es muy triste y lamentable que haya tantos creyentes que ciega e ignorantemente sigan el dicho de hombres que se exaltan a sí mismos por encima de los demás, con la argucia de poseer el “acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios”, cuando la Biblia dice algo muy diferente a eso:
“Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad” (1 Juan 2: 20, 21)
Dejemos toda ignorancia, por leer y estudiar la Sagrada Escritura a la luz del Espíritu Santo, el Cual todo verdadero creyente tiene.
Dios les bendiga.